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Llevar la resurrección al mundo entero

Espacio misionero diocesano de la Iglesia católica de Cádiz y Ceuta

Llevar la resurrección al mundo entero

En el día de Pascua se nos invita como cristianos a vivir la alegría y la esperanza que vienen de la fe en el Resucitado. Es el gran mensaje misionero de este día de Pascua.

“Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! […] Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús”, decía el Papa Francisco en la homilía el Domingo de Ramos. En este día de Pascua se nos invita como cristianos a vivir la alegría y la esperanza que vienen de la fe en el Resucitado. Jesús con su muerte y resurrección ha redimido al mundo y esa es la noticia que hoy el Papa proclama urbi et orbe; es el gran mensaje misionero de este día de Pascua.
Decía Benedicto XVI en la Porta fidei: “el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). […] Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida” (PF 6). La alegría y la esperanza cristiana tienen precisamente su fundamento en el amor de Jesús que ha compartido con nosotros la debilidad humana en su Cruz “para transformarla con el poder de su resurrección” (PF 13). Por eso, después de la resurrección, María, que por su fe había sido la primera discípula del Señor, “saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce” (PF 13). Los Apóstoles, a su vez, “por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles” (ibíd.). Una larga cadena de testigos nos ha hecho llegar el anuncio de la fe en la Resurrección de Cristo. Por eso “también nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia” (ibíd.).
La misión, hay que recordarlo en este día de Pascua, es ser un eslabón más en la ya larga cadena de testigos del Evangelio a través de la historia. Un eslabón es en sí poca cosa, pero un eslabón roto rompe la cadena. Nuestra aportación a la misión universal de la Iglesia es imprescindible, por eso, nos unimos a la esperanza que Benedicto XVI expresa al final de la Porta fidei: “Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre”.

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